La Increíble Historia de la Nariz del Dr. Freud
Freud, al perder su sentido del olfato, intenta recuperar su díscola nariz. Mediante su propia práctica psicoanalítica, la hace sentar en el diván, con el deseo terapéutico de qué ésta pueda reincorporarse a su yo, entrando en razón. Mas la nariz ya poseída por el demonio de la adicción, huye de él, presa de un delirio omnipotente que la precipita por el abismo de su caótico hedonismo.
No contenta la nariz con proclamar su absoluta independencia con el fin de adquirir su propia personalidad, secuestra y seduce a su prometida, hasta arrastrarla consigo por el torbellino de la pasión amorosa y el eros compulsivo y desatado.
La fantástica situación irá generando un caos interno en el Dr. Freud, a quién no sólo le produce un ataque desenfrenado de celos, sino que, además, lo conduce a una disolución continua de su ser que atomiza y va fragmentando su cuerpo, produciéndole una crisis existencial y una pérdida irreversible de identidad total; en donde una nariz sexuada y adictiva gobierna a los demás órganos y sentidos, poniéndolos al servicio de su propio placer.