Habitar
Habitar implica estar con frecuencia en un lugar, pero nada garantiza que el acto de residir esté más relacionado con el abrigo que con el desarraigo, al menos no en una época como la nuestra. Es por ello que el señor L aparece silencioso como un habitante más de la ciudad, intentando refugiarse de la salvaje persecución de la rutina.
La señal intermitente de la vieja televisión lo obliga a levantarse de la silla para desempolvar sus pertenencias: una muñeca desarmable, un perchero que se despedaza con fragilidad humana y la siempre vigilante puerta que permanece muy arriba de él, como un gran ojo cerrado que poco dice sobre el futuro.
A través de una propuesta corporal convencional que codifica el lenguaje del movimiento, Habitar propone una construcción dramática propia elaborada a partir de la utilización de categorías dramáticas clásicas desde una mirada contemporánea, sobre un conflicto humano tan antiguo como el propio hombre: la soledad.
La utilización de recursos audiovisuales propone una línea narrativa que aporta una construcción de sentido paralela desde la crítica a nuestra forma de comunicamos, en tanto que, dentro del universo de la puesta, se constituye en el único vínculo con un ser vivo al capturar imágenes que laten en la memoria con nostalgia.