Una plaga imposible de exterminar se extiende por una ciudad donde no se vive, se sobrevive, y cada cual saca su mejor monstruo para salvarse de la miseria.
Cuatro historias de vida destinadas a cruzarse protagonizan esta pieza, personas que son víctimas de la avaricia, la necesidad y la soledad. 16, Calle Sant Climent expone, a través de sus diálogos, pensamientos sobre la soledad, la necesidad y la miseria, acompañados de un humor negro que aligera la cruda realidad.
La puesta en escena visual y el ambiente sonoro, los objetos que construyen diferentes espacios dentro de los ya propuestos, más el juego de máscaras y texturas, sumergen al espectador en un tiempo-espacio único que poco a poco devela la historia de cada personaje, haciéndolo sentir identificado con sus vivencias.
Así se entretejen cuatro historias que convergen y desatan un final cargado de metáforas, que entre risas y llanto obligan a reflexionar sobre la miseria en el ser humano.
Dos personajes indagan en sus coincidencias, tanto físicas como mentales. Acostumbrados al rechazo de la sociedad por lo que se considera feo o simplemente extraño, buscan ahondar en sus conflictos personales para descubrir el mejor modo de llevar una vida normal frente al resto de la sociedad.
La propuesta no busca hacer ningún tipo de reflexión apegada a la moral; por el contrario, pretende indagar sobre las relaciones humanas y revelar cómo algunos condicionantes facilitan o entorpecen el relacionamiento humano.
Basada en un texto de Gilberto Martínez Arango y en reportajes de Arthur Smith, esta obra aborda la contaminación con mercurio en Minamata (Japón), donde una empresa vertió desechos industriales que, al contaminar peces y mariscos, envenenó a miles de personas. La enfermedad resultante devastó generaciones.
Teatro Tierra narra la lucha de las víctimas por el reconocimiento público, y de esta manera pone de presente una crisis ambiental global.
En Colombia, la minería de oro agrava este problema. Mina//Mata denuncia un genocidio industrial con una puesta en escena minimalista y poderosa, donde todos podemos ser protagonistas.
Esta creación multidisciplinar de Teatro Occidente se inspira en las historias que se esconden en sus ramas, en los juegos que se tejen alrededor de sus troncos, en los susurros que se guardan bajo sus hojas, para construir breves relatos e interacciones con las familias del público infantil. A partir de juegos corporales, música en vivo, palabra, video y objetos, el público evocará el baile del viejo Samán, acompañará a una niña que carga en sus brazos la semilla de un roble, será testigo del destino de un pobre e incomprendido eucalipto y ayudará al encuentro de dos yarumos. Estas cuatro historias son atravesadas por cuatro viajeros que buscan un refugio bajo el último árbol de la tierra.
La obra es un tributo a la elegante palma de cera, a los curativos arrayanes, a la misteriosa ceiba barrigona y a todos esos seres que nos cuidan y acompañan en este planeta, para que los niños y sus acompañantes los lleven en su memoria.
La obra se adapta a diversos espacios y públicos: puede presentarse en espacios abiertos, en domos circulares o en teatros.
Este es un viaje escénico por los límites del asombro y la imaginación. Tres personajes —un mago y dos músicos— se encuentran en escena para explorar lo efímero, lo invisible y lo extraordinario que habita en la cotidianidad. Por medio del humor, la palabra y el juego, invitan al público a detenerse, a mirar con otros ojos, a dejarse sorprender.
El espectáculo construye un universo íntimo y poético donde cada instante es una puerta abierta a lo inesperado. Esta es una propuesta para públicos de todas las edades que celebra la magia de estar presentes.