Una plaga imposible de exterminar se extiende por una ciudad donde no se vive, se sobrevive, y cada cual saca su mejor monstruo para salvarse de la miseria.
Cuatro historias de vida destinadas a cruzarse protagonizan esta pieza, personas que son víctimas de la avaricia, la necesidad y la soledad. 16, Calle Sant Climent expone, a través de sus diálogos, pensamientos sobre la soledad, la necesidad y la miseria, acompañados de un humor negro que aligera la cruda realidad.
La puesta en escena visual y el ambiente sonoro, los objetos que construyen diferentes espacios dentro de los ya propuestos, más el juego de máscaras y texturas, sumergen al espectador en un tiempo-espacio único que poco a poco devela la historia de cada personaje, haciéndolo sentir identificado con sus vivencias.
Así se entretejen cuatro historias que convergen y desatan un final cargado de metáforas, que entre risas y llanto obligan a reflexionar sobre la miseria en el ser humano.
Dos personajes indagan en sus coincidencias, tanto físicas como mentales. Acostumbrados al rechazo de la sociedad por lo que se considera feo o simplemente extraño, buscan ahondar en sus conflictos personales para descubrir el mejor modo de llevar una vida normal frente al resto de la sociedad.
La propuesta no busca hacer ningún tipo de reflexión apegada a la moral; por el contrario, pretende indagar sobre las relaciones humanas y revelar cómo algunos condicionantes facilitan o entorpecen el relacionamiento humano.